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Día Mundial de la Prevención del Embarazo No Planificado; cuando el derecho a decir que no desaparece

Por: María Palau. Fotografías: Alberto Pla

Esther Mutheu es una joven de 24 años de Nairobi. Estudiante de Gestión de Negocios, tuvo un hijo con 21 años, mientras estaba en la universidad. Gracias al apoyo de su familia pudo continuar sus estudios, a diferencia de muchas estudiantes de su país, que dejan su educación para cuidar a sus hijos, con todo lo que ello conlleva para su desarrollo personal y económico.

la keniata Esther Mutheu. Foto: Patricia Martisa.

Agradecida por la fuerza que le dio su entorno, decidió convertirse en educadora par y sensibilizar a jóvenes de su barrio sobre salud sexual y planificación familiar. Amref Salud África saca a la luz la historia de Esther en este 26 de septiembre, fecha en que se celebra en varios países, desde 2003, el Día Mundial de Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes.

El caso de Esther no es, ni mucho menos, algo aislado. de hecho, cada año, unas 13.000 adolescentes abandonan sus estudios al quedarse embarazadas en Kenia. Unos datos que han sido publicados en el informe Sauti Sasa!, «suena ahora» en swahili, realizado por un grupo de investigación de la plataforma Youth Act, perteneciente a Amref Salud África.

Según el estudio, 948 adolescentes se quedan embarazas diariamente en el país. En 2018, los centros de salud informaron de más de 500.000 embarazos de chicas entre 10 y 19 años. Unas cifras que no paran de aumentar, pues el año anterior,el Ministerio de Salud había reportado 378.397 embarazos de niñas y adolescentes.

Kenia, a la cabeza en embarazos adolescentes

Kenia ocupa el tercer puesto en el ranking de países con un mayor índice de embarazos adolescentes, con 82 casos por cada 1.000 nacimientos. Desde Youth Act, advierten que la elevada tasa de embarazos en jóvenes no solo repercute en su educación, se trata también de un problema de salud global. La OMS, sitúa las complicaciones durante el parto y el embarazo como la principal causa de muerte en jóvenes de entre 15 y 19 años.

“Es imperativo y urgente que los y las adolescentes africanos tengan acceso a una salud sexual de calidad, sin importar su origen social, su nivel de educación o si viven en una zona remota».

Los matrimonios forzosos con hombres mayores, el desconocimiento sobre métodos anticonceptivos y la falta de acceso a una eficiente salud sexual tienen como consecuencia los numerosos casos de embarazos tempranos.

“Es imperativo y urgente que los y las adolescentes africanos tengan acceso a una salud sexual de calidad, sin importar su origen social, su nivel de educación o si viven en una zona remota. La educación sexual no solo contempla los métodos anticonceptivos; también inculca valores como el respeto, la tolerancia o la auto-aceptación”, concluyen en el informe.

Falta de educación sexual y derechos de salud sexual y reproductiva

Para la mayoría de las personas que participaron en este estudio, “la integración de la educación sexual en el plan de estudios ya no puede ser un tema de negociación”; sin embargo, la realidad keniata dista mucho de los deseos de sus jóvenes. Aunque existe una presión sobre el sistema educativo para ofrecer una educación sexual más completa, todavía persiste una fuerte “brecha en la propiedad y difusión de la educación sexual”, controlada por un entorno familiar y unos líderes religiosos con visiones más conservadoras, que, en algunos casos, incluso se opone a la utilización de preservativos.

Las y los jóvenes se encuentran con numerosas carencias informativas a la hora de tomar decisiones sobre sus vidas sexuales. “Los embarazos de adolescentes podrían prevenirse si se difundiera y compartiera la correcta información. Necesitamos ejemplos concretos y referentes”, compartía una de las personas encuestadas.

Es cierto que existe un mayor acceso a la información y anticonceptivos en algunas zonas del país; pero las zonas rurales observan con desconocimiento los pequeños avances conseguidos en materia de educación sexual.

«Tendemos a centrar la educación sexual en las mujeres y nos olvidamos de enseñar correctamente a los hombres. Ellos son premiados cuando participan en actividades sexuales».

Por otra parte, las jóvenes admitieron sentirse incómodas, o incluso juzgadas, por el personal sanitario si alguna vez trataron de acceder a los escasos servicios de salud sexual y reproductiva. “Esto se debe a que vivimos en una sociedad que se encoge ante la idea de que los adolescentes descubran su sexualidad”, denuncian en Sauti Sasa!. Los propios jóvenes reclaman centros juveniles bien equipados con un personal que pueda adaptarse a sus necesidades y servicios gratuitos de salud sexual y reproductiva en estos centros.

Una bebé cuelga de los hombros de su hermana en la comunidad de Muketuri en Etiopía. Fotografía: Alberto Pla

Y recuerdan una puntualización que se suele pasar por alto: “Tendemos a centrar la educación sexual en las mujeres y nos olvidamos de enseñar correctamente a los hombres. Ellos son premiados cuando participan en actividades sexuales. Necesitamos educar a los hombres igual que a las mujeres. Necesitamos acabar con una cultura que esconde las responsabilidades masculinas”.

Matrimonio infantil como principal causa de embarazo entre adolescentes

“Debemos abandonar prácticas culturales perjudiciales como la mutilación genital femenina, los matrimonios infantiles o las padaung para reducir los embarazos en adolescentes en algunas regiones del país”, denuncian.

En Kenia, son comunes formas de violencia machista como la violación. A menudo, la víctima es señalada y criminalizada, se le avergüenza públicamente enterrando su cabeza en la arena; por el contrario, los agresores no son castigados. “En la mayoría de casos de violencia sexual contra adolescentes, los violadores son sus propios padres, tutores o profesores”.

“Un matrimonio de un hombre de 40 años y una niña de 10 no es normal. Debemos mostrarles que hay una visión más amplia y que pueden soñar con una vida más allá de casarse y quedarse embarazadas».

El estudio de Youth Act calcula que 1 de cada 3 chicas menos de 18 años han experimentado alguna forma de violencia sexual en Kenia; y un 68% de las niñas en edad de escolarización admiten tener relaciones sexuales bajo coacción. “Son cifras inaceptables que demuestran que la violencia de género es endémica y global”, critican desde Amref.

Una señora del poblado de Gimbichu con su bebé a la espalda: Fotografía Alberto Pla

Según el KDHS (Kenyan Demografic and Helath Survey, 2014), el matrimonio infantil es una de las principales causas de embarazo en adolescentes. “Un matrimonio de un hombre de 40 años y una niña de 10 no es normal. Debemos mostrarles que hay una visión más amplia y que pueden soñar con una vida más allá de casarse y quedarse embarazadas”, reconoce una de las participantes.

La sociedad patriarcal continúa prosperando con poca o ninguna prioridad para la educación de las niñas. Así, “se contribuye a la prolongación de las normas que consideran que una niña está lista para el matrimonio en la pubertad”. En este contexto, las adolescentes no pueden negociar por un sexo seguro y, consiguientemente, se producen los numerosos embarazos.

Pobreza y falta de oportunidades económicas

La pobreza es uno de los mayores desafíos de Kenia, con el 36,1% de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza. La falta de oportunidades de mejora económica somete a muchas niñas a matrimonios forzosos y sexo no consentido como medio de subsistencia.

La encuesta PMA 2020 (Performance Monitoring and Accountability 2020) afirma que la pobreza aumenta el riesgo de embarazo en adolescentes. Las niñas nacidas en hogares pobres tienen un 26% más de probabilidad de comenzar a tener hijos que aquellas de hogares más ricos, con un 10%.

Niñas trabajando en un mercado en Muketuri-Etiopía. Foto: Alberto Pla.

En ocasiones, las adolescentes incluso tienen relaciones sexuales para poder comprar productos de higiene menstrual debido a su elevado precio en el mercado de Kenia, según denuncia el estudio Salud menstrual en Kenia: análisis del panorama del país. En este sentido, una de las encuestadas planteaba la solución obvia que, sin embargo, no se cumple: “debemos mantener a las niñas en las escuelas y cubrir sus necesidades básico como los ‘kits de dignidad’”.

En una familia de entre 5 y 10 miembros, las personas a menudo tienen que compartir habitación. La privacidad desparece y no es raro identificar casos de violación en estos casos, por parte de alguno de los integrantes varones del núcleo familiar hacia alguna de las niñas.

Falta de un ambiente propicio para la mitigación de la violencia sexual y de género

En Kenia, existe una falta de información sobre cuándo y cómo denunciar violaciones y violencias de género. Las niñas desconocen cuáles son las opciones para acusar a sus maltratadores. Puesto que la mayoría de los violadores son personas cercanas a las jóvenes, “se llega a acuerdos extrajudiciales para evitar causar una mayor vergüenza para las familias”.

Las jóvenes que aportaron sus testimonios para la investigación de Youth Act exigieron la actuación de la clase política para apoyar el fin de los embarazos en adolescentes, no solo a través de proyectos de ley, sino también defendiendo su implementación en las comunidades que representan.

El gobierno de Kenia aprobó hace más de una década una serie de políticas para proteger el derecho de una niña embarazada a continuar con su educación. En 2015, desarrolló una Política Nacional de Salud Reproductiva para Adolescentes (ASRH, por sus siglas en inglés) con el objetivo de mejorar la salud sexual y reproductiva de los adolescentes en el país, y contribuir a la plena realización de los adolescentes en beneficio del desarrollo nacional.

Las políticas están ahí; la realidad también. Y, a pesar de estas medidas (ineficaces y prácticamente inexistentes) cada año 13.000 niñas se ven obligadas a renunciar a sus estudios tras quedarse embarazadas.

Una mujer posa con su hijo en una casa de adobe en el poblado de Gimbichu-Etiopía. Foto: Alberto Pla.

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