“¡Oídme compatriotas!” dice Bruto alzando la voz llamando la atención de una masa enfurecida. Por aquel entonces, en el año 44 a.c no existían las redes sociales. Sin embargo, la gresca, asesinatos y pasiones viene de serie en el ser humano.
La comunicación se fraguaba en foros; espacios abiertos al público en los que de viva voz y tras el bullicio se pedía el turno de palabra. ¿Cómo explicar lo inexplicable? Para entonces la comunicación ya estaba muy avanzada –muy alejada, claro está, de los hipercomplejos sistemas actuales-. Sin embargo, los sofistas y posteriormente Aristóteles generaron sistemas complejos de comunicación basados en el ethos, pathos y el logos. Algo así (por orden) como comunicar con disposición y buena fe, pasión y cierta lógica.
Bruto, con las manos todavía manchadas de sangre se dirige al pueblo romano, -y conociendo el diálogo socrático- argumenta las causas que han llevado a asesinar a Cesar: “¿Qué ha hecho César para merecer esas pruebas de afecto?”. El pueblo calla, escucha, procesa sus palabras.
Poco o nada ha cambiado desde la Grecia clásica. Seguimos siendo humanos, quizá algo más deshumanizados, pero seguimos siéndolo. El pathos sin embargo sigue empoderando los grandes discursos políticos, las emociones corren desbordadas por el congreso en medio del debate, el público deja de tener sentido… El logos sigue siendo motivo de estudio por los escritores de discurso político, pero pierde valor y credibilidad detrás de un plasma. ¿Os imagináis a Bruto, con las manos manchadas de sangre detrás de un plasma? “¡Oídme compatriotas!” diría en menos de 140 caracteres a través de twitter.
La política queda más presa que nunca de las emociones, de la pasión. Parece importante en estos tiempos estimular a la audiencia, cayendo incluso en el cotilleo al más puro Sálvame Deluxe, -como afirma Iñaki Gabilondo-, siendo más comentado el embarazo de Susana Díaz que probablemente las necesarias reformas de la comunidad andaluza.
Todo se tergiversa, pero la sociedad no es tonta, puede tragar y traga, pero al fin y al cabo todos sabían que Bruto mató a César.