[yikes-mailchimp form=»1″]Hace justo un año un avión nos recogía en Adish Abeba y nos transportaba de vuelta a Europa. Vivíamos, sin saberlo todavía, una pérdida de la inocencia que quedó patente nada más aterrizar en España y comprobar que eso del “coronavirus” iba muy en serio y que íbamos a tener que afrontar meses muy complicados.
Dejábamos atrás la sonrisa etíope, los sentidos abrazos africanos, el bullicio de los niños y niñas de la Comunidad Misionera San Pablo Apóstol… y nos sumíamos en un confinamiento que no sabíamos dónde nos iba a llevar.
Pero ahora, un año después, volvemos a abrir nuestras puertas y nuestros corazones a la realidad africana y lo hacemos con el preestreno del documental “Quiero ser como Genet”. Una “premiere” que ha tenido lugar en la Faculta de Farmacia del Campus de Burjassot y con la que hemos tenido la fortuna de contar, entre otras personas, con la directora de la Comunidad Misionera San Pablo Apóstol, Lourdes Larruy, llegada expresamente desde Etiopía, así como con la presidenta de MOSSolidaria, Mari Olcina y también con otra de estas mujeres “fuertes y resilientes” protagonistas de este documental, la etíope Hanna, que estudia actualmente fisioterapia en Madrid.
Ahí, rodeados de amigos y gente muy cercana, hemos podido disfrutar, en la intimidad, como se gozan, de verdad, los grandes momentos, de una pieza documental que emociona desde el minuto uno. Desde que el fundido en negro desemboca en el rostro de Genet hablando de su historia que “podría ser la de muchas otras”.
En 30 minutos de duración que se nos hicieron cortos a todos los presentes pudimos ver la construcción, a base de pico y pala, de pozos en medio de la nada que transforman paisajes, vidas y sueños. Conocimos el trabajo incansable de Ennat y sus compañeras en el aula de especiales de Muketuri, nos emocionamos con Yitasih y la residencia para mujeres jóvenes Maite Iglesias Home, reímos al ver los rostros de los niños de preescolar y las lecciones que les imparte Friwot, nos congojamos al ver el estado de desnutrición de los bebés que atiende Mari Olcina con los programas de gemelos, de desnutridos y de madres lactantes. Pero, ante todo, volvimos a viajar hasta Etiopía, nos elevamos, otra vez, hasta más allá de los 3.000 metros del altiplano etíope y rememoramos cada escena, cada preparación de rodaje, cada desayuno con ese amanecer africano único y cada atardecer que nos dejaba exhaustos tras un largo día de trabajo, pero también un poco más llenos, un poco más humanos, un poco más conscientes de que la burbuja en la que vivimos en Europa no es más que una pequeña dosis del mundo. Que los problemas de los que tanto nos quejamos no son sino gotas minúsculas en un mar de necesidades globales. Y que, como acertadamente ha dicho Lourdes Larruy tras el preestreno, “la única solución para el mundo es la cooperación y la colaboración real y efectiva entre personas, entre países, razas, culturas y saberes”. Solo así lograremos superar este y cualquier virus. Solo así conseguiremos aplacar el sufrimiento y solo así podremos llamarnos, de verdad seres humanos.
El documental se podrá ver muy pronto online. Tras esta premiere pronto habrá una fecha de presentación oficial que, tras la cual, podrá verse abiertamente en la red.