Por Yolanda Menadas | Fotografías de Ana Enguídanos Baena
Las llaman Los Ángeles Azules, el color va ligado a su uniforme, el término ángel viene de lejos. Son mujeres intocables que sufren la «triple discriminación»: de casta, de clase y de género. Al pertenecer a la casta Dalit, no tienen derecho al acceso a la salud, la educación, la tierra y la vivienda… Sin embargo, gracias a la Fundación Vicente Ferrer, han conseguido acceder a la universidad y ahora, con su uniforme de enfermeras, son los referentes de las comunidades más vulnerables del país.
Decían que Vicente Ferrer era “el loco de las sandalias rotas”, un loco que dio trabajo a los pescadores en el desierto. Creó embalses y arañó hectáreas al arenal. Con el agua, comenzó la vida en las zonas más pobres y necesitadas de los estados de Andhra Pradesh y Telangana, en la India. Y con ella, la lenta transformación de una población que vive atada a una sociedad de castas injusta esperando ascender en su próxima reencarnación porque creen que las experiencias alimentan el alma hasta que son completas.
¿Cuáles son los mayores logros que ha conseguido la Fundación Vicente Ferrer esta temporada?
El logro más importante es haber podido seguir haciendo lo que venimos haciendo desde hace 48 años. Nuestro programa de desarrollo integral está pensado para acompañar a estas personas en un proceso de transformación social que solo puede venir a través del trabajo, de mucha paciencia y con tiempo por delante. Este año hemos atendido a más de 9.000 personas con discapacidad, hemos construido más de 3.500 viviendas, hemos atendido cerca de 800.000 personas en nuestros hospitales…Pero el principal logro es que hemos podido agradecer todos los apoyos que hemos recibido durante todo este tiempo. Este año pasado, celebramos los 20 años de la Fundación Vicente Ferrer en España. Ha sido un año importante para nosotros porque es un año para echar la vista atrás y para ver todo lo que hemos recorrido durante este tiempo. Desde que Vicente y Ana iniciaron la labor en 1969 en una aldea, ahora sumamos 3.000. Esto nos da una medida también de todo el apoyo que hemos recibido de parte de la ciudadanía, de las instituciones públicas, de las empresas que quieren colaborar… Quizá, otro logro es seguir demostrando que erradicar la pobreza es posible y que merece la pena hacerlo porque en ello nos va también nuestra felicidad.
Éste ha sido el recorrido de la Fundación de este último año, ¿cuáles son sus metas futuras?
Nuestro objetivo es poder llegar al máximo número de personas posibles. Nos gustaría contar con los apoyos que necesitamos para que este sueño de Vicente y Ana se pueda extender a más poblaciones. Son más de 300 millones de personas las que viven por debajo del umbral de la pobreza. Nosotros llegamos a tres millones y medio, pero queremos llegar a muchas más personas. Sabemos cómo hacerlo. Estos 48 años nos han permitido desarrollar un programa de desarrollo que sabemos que funciona y muy bien. Queremos seguir construyendo viviendas para las personas que viven en chabolas, queremos seguir ofreciendo una atención sanitaria a las personas de escasos recursos que no pueden acceder al servicio sanitario indio, queremos seguir atendiendo a personas con discapacidad, queremos seguir ofreciendo un futuro mejor a los jóvenes a través de la educación, queremos seguir arañando hectáreas de cultivo al desierto. Ésos son nuestros sueños y sabemos que se van a hacer realidad, porque todos estos años de trabajo nos han demostrado que las personas que colaboran con nosotros son personas muy comprometidas con la fundación. Eso hace que en la Fundación Vicente Ferrer no podamos ser más que optimistas. Es imposible estar aquí y no ser optimista.
¿Qué papel juegan estas personas que siguieron los pasos de Vicente y Ana?
El 92% de los recursos vienen del sector privado, pero es que el 85% de estos recursos vienen de personas como tú y como yo. Ésa era la idea de Vicente. Él vio muy claro esta labor y esta labor necesita de unos recursos continuados. Y la mejor manera de conseguirlo es a través de muchas personas que nos ayuden con un poco. Vicente Ferrer no quería que pocas personas nos ayudaran con mucho porque el riesgo es muy grande. Si estas personas, por la razón que sea, dejan de apoyarte, toda nuestra estrategia se viene abajo. Por lo tanto, el sector privado es el protagonista.
La Comunidad Valenciana es una de las regiones españolas que más seriamente apuesta por la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). ¿Cómo se aplican estos objetivos mundiales en nuestro entorno más cercano?
Yo valoro muy positivamente las acciones que está llevando la Generalitat Valenciana con el fin de poner en la agenda los ODS. Creo que desde la Conselleria de Cooperación se está haciendo una gran labor, no solo para destacar que éstos son objetivos a conseguir a través de la cooperación internacional, sino que son objetivos que nos competen a todos y a todas, en todos los sectores. Tenemos cierta tendencia a mirar hacia arriba cuando queremos que las cosas cambien. Hacemos bien en pedirles que sean un referente, pero tenemos que completarlo con una acción más individual. Mirarnos y preguntarnos: ¿qué estoy haciendo yo por los ODS? Ése es el gran reto, convencernos de que esto solo puede tener éxito si todos y todas vamos en la misma dirección. No hace falta ir con la lista de los 17 ODS, sino coger la esencia y saber que, al final, lo que buscan es cambiar este sistema, que ya hemos visto que no funciona en lo esencial. Cuando el 1% de la población acumula el 50% de la riqueza, ya sabemos que hay que mejorarlo.
¿Cómo traemos los ODS a nuestro entorno más cercano?
A través de la educación en el sentido más amplio. Por nuestra experiencia, no va a cambiar de la noche a la mañana. Lo que se está planteando con los ODS es un cambio de paradigma: es una manera distinta de pensar, actuar, comprar, vender, relacionarnos entre nosotros… La manera de incorporarlos es abriéndonos a lo que ya sabemos y no queremos saber muchas veces. Los ciudadanos ya tenemos información suficiente como para empezar a tomar conciencia de que también somos responsables y también tenemos la información suficiente como para saber que esto solo se va a conseguir a través de una transformación social que solo viene con tiempo.
Según el Índice de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, España ocupa el puesto número 30 de un total de 149 países comprometidos con estos objetivos y de los 17 objetivos, nuestro país solo aprueba en igualdad de género, de momento. Según su opinión, ¿qué medidas se han tomado para conseguirlo?
Yo no podría destacar una medida en concreto porque puede hacernos pensar que esa medida concreta es la que motiva al resto y no es así. Es la suma de todas ellas. Desde luego, todo lo que se ha hecho por avanzar es insuficiente y todavía queda muchísimo por hacer. Pero sabemos que solo a través de la igualdad de género vamos a poder desarrollarnos plenamente como sociedad.
Queda mucho por hacer, en España, los peor parados son los objetivos que tienen que ver con el empleo, la investigación, el reciclaje de residuos municipales, la biodiversidad o la ayuda al desarrollo. ¿En qué tipo de medidas los gobiernos deberían hacer hincapié?
Los compromisos están para cumplirlos, aunque dependen de la voluntad política. Y la voluntad política va muy de la mano de la voluntad de una sociedad. El político suele poner el acento en aquello que detecta que es más importante. ¿Qué es lo que deberíamos hacer? Una labor de concienciación, de poner en valor qué es lo que se consigue a través de la cooperación internacional. Esto es una labor que nos compete a todos, aquí también fallamos nosotros y nosotras. Al final, las organizaciones lo que tenemos que hacer es transmitir qué es lo que conseguimos a través de los recursos que nos confían las instituciones públicas. Si lo supiéramos hacer verían que no hay inversión más rentable que ésta. Me la juego con cualquiera. Porque lo que estamos haciendo es transformar el mundo, hacer un mundo mejor. Y estas personas también están luchando para que nosotros podamos ver cumplidos uno de nuestros derechos más importantes, que es el derecho a vivir en un mundo justo. Yo tengo derecho a vivir en un mundo justo. Y esto solo se consigue eliminando las injusticias.
Si ahora cerráramos los ojos y al abrirlos estuviéramos en 2030, ¿qué le gustaría encontrarse?
Qué buena pregunta. A mí me gustaría encontrarme con miradas, miradas de esperanza. Yo creo que eso lo resume todo. Yo he tenido la oportunidad de conocer a mucha gente y lo peor que le puede pasar a una persona es no tener esperanza. Yo he visto a personas que están muy mal, pero están en un contexto de mejora, tienen esperanza en que todo va a mejorar. Eso hace que las dificultades que están viviendo ahora, se vean de una manera distinta. Y he visto a otras personas en una situación similar, pero sin esperanza o casi con el convencimiento de que todo va a ir a peor. Eso hace que la propia realidad de ese momento, sin ser distinta a la de la otra persona, se viva de una manera catastrófica. Creo que en la esperanza es donde uno encuentra la fuerza para cambiar las cosas, es el motor de muchas cosas. Y creo que esa esperanza se ve muy bien en las miradas. Y ojalá nos encontráramos con muchas miradas de esperanza porque significaría que vamos por el buen camino.