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Día Internacional de la Mujer Rural: Mujeres rurales, voces silenciadas

Por: María Palau. Fotos: Alberto Pla

Sandra Justiniano trabaja en una diminuta planta de procesamiento de extracto y pulpa de asaí y majo junto a otras 24 mujeres indígenas de la comunidad amazónica de Buen Retiro (Bolivia); forma parte de una iniciativa de la ONU Mujeres. La vida de Janete Dantas y de centenares de mujeres brasileñas que trabajan en el sector de la agricultura familiar, ha experimentado un importante cambio desde que decidieron documentar la cantidad de productos que venden o intercambian en unos sencillos cuadernos de cuatro columnas; ahora sus maridos valoran su producción en incluso han podido beneficiarse de algunas políticas públicas.

Kamso Bame, viuda, madre de 12 criaturas y propietaria de una pequeña parcela de tierra, se unió a la cooperativa de mujeres impulsada por Naciones Unidas en la aldea de Wabi Burkitu (Etiopía). Émilie Atchaka es campesina y, después de ver como su marido perdía el trabajo, creó el  Círculo de Autopromoción para un Desarrollo Duradero de Benín, el equivalente a un banco de mujeres con intereses bajos.

15 de octubre, Día Internacional de la Mujer Rural

Sandra, Janete, Kamso y Émilie forman parte de esa cuarta parte de la población mundial que corresponde a las mujeres de zonas rurales. Las mujeres rurales desempeñan un papel fundamental en la agricultura, la seguridad alimentaria y la nutrición -producen más de la mitad de los alimentos del mundo-; así como la gestión de la tierra y los recursos naturales y las empresas rurales. Empobrecidas, olvidadas, infrarrepresentadas, silenciadas, la conmemoración, cada 15 de octubre, del Día Internacional de la Mujer Rural les permite reivindicar su incansable trabajo y “crear consciencia sobre sus luchas, sus necesidades y su papel fundamental y clave en nuestra sociedad”.

Una mujer con su hijo a cuestas en Muketuri, Etiopía. Fotografía: Alberto Pla

Más allá de su contribución a la economía rural con sus trabajos como agricultoras, asalariadas y empresarias, las mujeres rurales se ocupan, como norma general, de la totalidad del trabajo reproductivo y las tareas del hogar; son las encargadas de la recogida de leña y la búsqueda de agua y combustible; llevan a cabo la preparación de alimentos o el descascaramiento de cereales; o se responsabilizan en exclusiva del cuidado de menores y enfermos del núcleo familiar.

Sin embargo, estas tareas no son remuneradas en absoluto, incrementando así los índices de pobreza y la brecha económica entre hombre y mujeres, sobre todo, en el caso de los países en vías de desarrollo. Las mujeres del mundo rural son fuertemente golpeadas por un mal endémico: la desigualdad. Existen restricciones de género que limitan sus posibilidades de dedicarse a actividades económicas remuneradas como consecuencia de la discriminación y las convenciones sociales. Además, sufren un menosprecio constante en el acceso a la educación, la atención sanitaria, los bienes inmuebles o los servicios financieros.

La campesina Derribe trabaja en el campo con el apoyo de la Misión San Pablo Apostol y la colaboración de MOSSolidaria en Etiopía. Fotografía: Alberto Pla

Las mujeres rurales, más vulnerables ante la covid-19

La covid-19 ha aumentado exponencialmente la vulnerabilidad de las mujeres rurales. Sumado a las dificultades de acceso a servicios básicos como la educación, la pandemia ha reducido (todavía más) las posibilidades recibir una atención sanitaria de calidad, medicamentos esenciales y vacunas. El material higiénico para la menstruación o la asistencia durante el embarazo y el parto son derechos de los que las mujeres rurales se ven privadas sin apenas posibilidad de réplica.

El coronavirus incrementó las consecuencias del aislamiento que sufren muchas de estas mujeres, así como la difusión de información errónea o el desconocimiento del funcionamiento de tecnologías. Además, la carga del trabajo doméstico y de los cuidados se agudizó debido a las restricciones de movilidad y la interrupción de las cadenas de suministros.

Los derechos de las mujeres rurales a la posesión de tierra y recursos mermaron con la expansión del virus. Las normas machistas que impiden a las mujeres convertirse en propietarias de la tierra afectaron a las viudas de covid-19, que se enfrentan al riesgo de ser desheredadas.

Por todo ello, este año el Día Internacional de la Mujer Rural se celebra bajo el grito de “Construir la resiliencia de las mujeres rurales a raíz del covid-19”, para reconocer su pugna contra la pandemia en primera línea, al pie del cañón, exponiendo sus escasos derechos reconocidos e incluso arriesgando la vida.

La campesina Derribe posa en Muketuri, Etiopía. Fotografía: Alberto Pla

 

Ellas son protagonistas de la lucha contra el cambio climático

Las mujeres y niñas pobres y de zonas rurales se encuentran más indefensas ante los efectos del cambio climático. Su dependencia hacia los recursos naturales para sobrevivir es mayor que la de los hombres. Así pues, con frecuencia son víctimas de la pérdida de ingresos y de cosechas, en ocasiones única fuente de alimento o sustento económico. Consecuentemente, los precios de los productos alimenticios incrementan, y la población pobre es asediada por infinidad de dificultades para conseguir comida. En África, el cambio climático amenaza la viabilidad de la agricultura de subsistencia, y, por tanto, la supervivencia de millones de personas en los ámbitos rurales, compuestas por un 75% de mujeres.

Los desastres naturales también pueden acarrear consecuencias nefastas para las mujeres rurales, incrementando las desigualdades ya existentes. La situación empeora ante la falta de acceso a recursos tecnológicos, conocimientos e insumos productivos para hacer frente a estos desastres medioambientales.

Al mismo tiempo, las mujeres rurales se alzan como depositarias de conocimientos tradicionales, aportando valiosas lecciones en la gestión de recursos naturales la agricultura y la silvicultura, sectores de gran relevancia en la lucha contra los efectos del cambio climático. En esta línea, el lema elegido para la celebración del Día Internacional de la Mujer el año pasado fue “Mujeres y niñas rurales, creadoras de resiliencia climática”.

 

En las zonas rurales de Tanzania, el 85% de las mujeres trabajan en el sector de la agricultura. Son, al mismo tiempo, las principales víctimas y las protagonistas de las respuestas contra el cambio climático. El proyecto Voces Verdes, de Mujeres por África, ofreció formación en liderazgo y cambio climático a cinco agricultoras, cinco líderes sociales y cinco periodistas tanzanas. Actualmente, las dos primeras están desarrollando iniciativas o proyectos verdes en colaboración con sus socios locales. Las periodistas dan cobertura y difusión a los proyectos de sus compañeras.

ONG por el desarrollo de la mujer rural

Acceso a la educación

El proyecto Niñas de Malawi, impulsado por la Fundación Mujeres por África, junto a la Fundación Esteban G. Vigili, se centra en la escolarización secundaria de niñas y jóvenes de los poblados de Chaommbwa y Mbambande, una zona rural próxima a Lilongwe, la capital del país. Las niñas que forman parte reciben también una manutención y asistencia sanitaria, a las que, en otras circunstancias, no tendrían acceso.

Empoderamiento

F.U.E.R.T.E.S, Femmes Unies Ensemble dans la Recherche, la Technologie, l’Environment et la Science, es un proyecto de colaboración entre diferentes instituciones académicas africanas y Mujeres por África que pretende impulsar el ámbito agrícola en Senegal  a partir del emprendimiento, el empoderamiento femenino y la innovación. Los objetivos son establecer sinergias entre agricultura, sanidad y educación, capacitar a las mujeres en el sector agrícola y en la investigación, reforzar las competencias académicas y de liderazgo de las mujeres rurales, contribuir a la prosperidad de las pequeñas agricultoras del país y visibilizar a las científicas africanas para que sus trabajos amplíen su impacto internacional.

ONGAWA y Fumdec llevan a cabo un programa de empoderamiento a mujeres y jóvenes en Microcuenca de La Camaleona (Nicaragua). Totalmente aisladas y ausente en el tejido organizativo, el objetivo era conseguir que las mujeres participaran en las decisiones políticas y promover oportunidades económicas basadas en la gestión sostenible de recursos naturales.

La campesina Derribe sacando agua de un pozo que ha construido la Misión Solidaria San Pablo Apóstol en Etiopía. Fotografía: Alberto Pla

Acceso al agua

Sobre las mujeres y niñas de comunidades como las de Zirai, Lugulu y Kolemawe en el norte de Tanzania recae la responsabilidad de conseguir agua para todos los miembros de la familia, aunque esto suponga caminar varios kilómetros hasta encontrarla, sin poder renunciar siquiera al resto de tareas domésticas. Como consecuencia, muchas niñas se ven obligadas a abandonar la escuela. Para evitar una mayor vulnerabilidad, ONGAWA promueve un proyecto que cumple el derecho de acceso al agua, al saneamiento y a la higiene de 5.194 mujeres, entre las que se encuentran 2.318 niñas.

Desarrollo económico

Financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el British Council y en colaboración con Mujeres por África, la iniciativa Unidas y Poderosas tiene como prioridad reducir la vulnerabilidad de la población rural. Concretamente, busca contribuir a la inserción social y el empoderamiento socioeconómico de las mujeres de la Región Oriental de Marruecos a través del trabajo con pequeñas cooperativas de sectores como la agricultura, pesca marítima, artesanía y cocina.

Pueden seguir este día en redes sociales con los hastag: #mujerrural, #mujeresconderechos, #mujeresrurales

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