Por Gerard Sánchez | Fotografías de Alberto Pla
Los efectos de una pandemia como la del Covid-19 se dejan sentir en todo el mundo, pero ya se están volviendo especialmente dramáticos en aquellos países con menos recursos y con más altos porcentajes de población que vive, literalmente, al día. Entre ellos está Guatemala, un país que se encuentra, de momento, entre los de menor porcentaje respecto a la población total de contagiados y fallecidos, pero donde las medidas de confinamiento prolongadas están llevando ya a muchas familias al límite.
Continuando con nuestra serie de entrevistas a cooperantes españoles que han decidido quedarse en sus países de destino, y que arrancamos con el testimonio de Lourdes Larruy, responsable de la Comunidad Misionera San Pablo Apóstol en Muketuri (Etiopía), en esta ocasión entrevistamos al presidente de la Asociación CONI, Alejandro Sebastián que, lleva ya más de 12 años desarrollando todo tipo de proyectos de cooperación en Guatemala.
Pasa unos seis meses al año en España y otros en Guatemala, esta pandemia le pilló en Guatemala, ¿cómo se vivió allí desde el inicio?
Las experiencias de Italia y España dejaron muchos aprendizajes para la preparación y la gestión de la llegada del COVID-19 a otros países. En Guatemala, la fase de contención ha funcionado espectacularmente bien por la premura de las medidas. Después de 45 días de cuarentena sólo tenemos identificados en el país 600 contagiados y 16 fallecidos. De hecho, Guatemala es el país del mundo con menor porcentaje de infectados y fallecidos por millón de habitantes.
De todas formas, esta contención tan exitosa puede ser un arma de doble filo. Mientras en otros países ya se habla de “desescalada” y “desconfinamiento”, en Guatemala no parece que hayamos llegado al pico de la famosa “curva”, estamos comenzando ahora con el contagio comunitario, parece que esto va para largo, y las familias del área rural no se pueden permitir muchas más semanas sin trabajo y sin ingresos. Vamos a ver mucha hambre en Guatemala. Y quizá violencia.
¿Se planteó regresar?, ¿lo hicieron otros cooperantes que conozca?
Todos los colaboradores españoles que teníamos desplazados en Guatemala se quedaron encerrados en el país cuando cerraron las fronteras. Afortunadamente, la Embajada de España en Guatemala fletó un avión 10 días más tarde y pudieron regresar todos. Yo decidí quedarme. Fue una decisión difícil, porque no habría más oportunidades de regresar a España en los próximos meses y la idea de que enferme un ser querido y no poder volver es muy dura. Pero quiero pensar que soy más útil aquí.
¿Dónde está exactamente y cuál es allí la situación respecto al resto del país?
Estamos en Alta Verapaz, el departamento con mayor índice de población indígena y pobreza extrema del país. Estamos en lo que llaman “la Guatemala profunda”, un departamento con casi dos millones de habitantes, 95% indígenas mayas de la etnia q’eqchí’, diseminados en más de 3.000 comunidades rurales. Más del 80% de las familias vive bajo el umbral de pobreza.
¿Cómo se tomó la población las medidas de confinamiento?
Con un civismo admirable. De verdad le digo que siento orgullo por el nivel de comprensión y responsabilidad que han demostrado las familias y las comunidades de esta zona de Guatemala y de todo el país en general. Sigo los chats de mis amigos en España, quejándose porque no pueden salir a correr, porque no les ha llegado a tiempo el dinero del ERTE… y de verdad que siento admiración por gente como Don Oswaldo, campesino, analfabeto, que está buscando cómo comprar comida a sus 6 hijos sin poder ir a trabajar desde hace semanas y que te lo cuenta con un nivel de comprensión, responsabilidad y civismo digno de admiración.
«En Guatemala el 80% de las familias sobreviven al día. No hay ahorros. El día que no entra jornal, no se come en casa”
¿Qué problemas empezaron a surgir con estas medidas?
Económicos. Hambre. En Guatemala el Estado no tiene la capacidad financiera de impulsar esos mastodónticos planes de protección del empleo, protección de rentas, subsidios, etc. Aquí la cuarentena supone dejar de ingresar. Hablamos de una región del planeta donde el 80% de las familias sobreviven al día, como jornaleros, en la economía informal. No hay ahorros. El día que no entra jornal, no se come en casa. Y el jornal lleva 45 días sin entrar.
El Gobierno está lanzando algunos planes paliativos, pero son una gota anecdótica en un mar de necesidad. Aquí no llegan. Aquí en nuestras comunidades vemos que la gente empieza a colgar pañuelos blancos en las puertas de sus casas para que alguien les lleve comida. Tienen hambre. El confinamiento no es sostenible por mucho más tiempo, esté como esté la “curva”.
Tal como vimos durante el rodaje del documental 142 Pulsaciones, el sistema sanitario guatemalteco, sobre todo en los lugares remotos o más rurales, es bastante precario. ¿Puede el sistema sanitario de un país como Guatemala hacer frente a una pandemia prolongada de este tipo?
Si tomamos como definición de “colapso del sistema sanitario” lo que entendemos en España por ello, el sistema sanitario guatemalteco lleva “colapsado” ininterrumpidamente desde que llegué yo aquí hace 12 años. Los retos sanitarios que enfrenta este país a diario ya superan con mucho las capacidades instaladas. Ahora mismo, tenemos una plaga de dengue en algunas zonas del país, con casi 4.000 infectados en lo que va de año. La de COVID es otra capa más.
Para que usted se haga una idea: en Madrid se hablaba de “riesgo de colapso”, cuando en Madrid hay 37 hospitales públicos con unas 22.000 camas hospitalarias. Aquí en Alta Verapaz, para casi 2 millones de habitantes, tenemos sólo un hospital con unas 36 camas. Con el equipamiento la comparación es todavía peor: el presupuesto de la sanidad pública en la Comunidad de Madrid es 5 veces mayor que el presupuesto del Ministerio de Salud para todo Guatemala.
“En nuestras comunidades vemos que la gente empieza a colgar pañuelos blancos en las puertas de sus casas para que alguien les lleve comida. Tienen hambre”
¿Cuál es la situación ahora mismo?
Mucha incertidumbre. La gestión de la pandemia estos primeros 45 días ha sido un indudable éxito. Pero también es indudable que el confinamiento no se puede prolongar durante mucho tiempo. Durante los próximos meses la situación es de muchísima incertidumbre.
Kimberly, la protagonista del documental 142 Pulsaciones, estudió enfermería pero quería seguir estudiando y trabajando, ¿qué está haciendo ahora?
Kimberly acabó el Técnico Universitario en Enfermería y ahora está estudiando la Licenciatura Superior de Enfermería. Ha estado colaborando con nuestra organización en un proyecto de salud sexual y reproductiva en el departamento de Jutiapa durante los últimos meses, pero ahora la están llamando como jefa de enfermería desde el sistema público de salud, así que creo que ese será su futuro inmediato. Mientras, sigue estudiando, con mucho éxito como siempre. Ahora, a distancia, dado el cierre de todas las clases presenciales en el país.
Ella era promotora de salud y daba charlas sobre prevención de enfermedades como el sida. ¿Qué está haciendo durante la pandemia?
Pues está encerrada, como todos, colaborando lo que puede a través del móvil. Aquí en Guatemala se ha decretado un estado de sitio parcial, de 18:00 a 4:00, y se ha prohibido el desplazamiento entre zonas, así que estamos todos haciendo lo que podemos con la locomoción y los horarios muy limitados.
El presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, anunció el lunes, 27 de abril, 30 nuevos casos de coronavirus en las últimas 24 horas para sumar un total de 530 contagiados de COVID-19 en su país, incluidas 15 personas fallecidas por la enfermedad. ¿Son fiables estas cifras tan bajas en el país más poblado de América Central, con 16,301,286 de habitantes?
En España sabemos bien que las cifras no son fiables en ningún lado. Es imposible que lo sean. Cuando hablamos de “infectados”, hablamos de personas que han dado positivo en un test. Cuando hablamos de “fallecidos” hablamos de personas que han fallecido después de haber dado positivo en un test. Por lo tanto, la fiabilidad de las cifras en cada país dependerá mucho del número de test que se hagan.
En Guatemala, con la población que usted indica, sólo se hacen alrededor de 500 test diarios. Sin embargo, me atrevería a afirmar que las cifras aquí son mucho más fiables que en España porque en Guatemala apenas hay todavía contagio comunitario. El virus está muy localizado entre unas 3.000 personas de colectivos muy concretos (personas deportadas de EEUU, personas en contacto con turistas infectados) que están en cuarentena y en observación desde hace semanas. Apenas se han identificado en el país 10 casos de contagio comunitario. Parece que se extenderá, pero parece que aún no se ha extendido.
«Quizá durante las próximas semanas, el reto mayor no es gestionar el virus, sino gestionar el estado de ánimo de la población»
El presidente Giammattei ya advirtió esta semana en declaraciones a periodistas de que «lo peor está por venir» con respecto a la emergencia sanitaria y que el pico de contagios podría llegar en las primeras dos semanas de mayo…
Como decíamos, aquí todavía estamos escalando la “curva”, aún no hemos llegado al pico. Así que es una afirmación obvia que las próximas semanas serán peores que las anteriores. El presidente —que es doctor— ha gestionado muy hábilmente la pandemia hasta ahora. Merece reconocimiento por ello. Pero lo que se le viene encima es un dilema complicado porque, como decíamos, lo peor del virus aún no ha llegado y la gente no aguanta más en cuarentena. Ya se están viviendo casos aislados de impaciencia y violencia en el país. Quizá durante las próximas semanas, el reto mayor no es gestionar el virus, sino gestionar el estado de ánimo de la población.
¿Cuáles son las necesidades principales?
Retomar la actividad, trabajar, generar ingresos, comprar comida y comer. Guatemala ya arrojaba, antes de esta pandemia, el sexto peor índice de desnutrición crónica del mundo. En el país, 1 de cada 2 menores de 5 años padece desnutrición crónica. Aquí en el área rural es más del 80%, 4 de cada 5 niños. El hambre puede ser mucho más letal que el coronavirus entre una población tan joven pero tan desnutrida. Es un dilema complicado.
«Hambre. Hambre. Hambre. Es la mayor preocupación ahora mismo. Aquí no llegan los programas del Gobierno»
¿Qué temores le expresa la población?
Hambre. Hambre. Hambre. Es la mayor preocupación ahora mismo. Aquí no llegan los programas del Gobierno. Muchas familias de estas comunidades en el área rural no están ni siquiera registradas como ciudadanos. Sin embargo, sí les afecta el estado de sitio y el confinamiento. Ellos tampoco pueden trabajar, tampoco están ingresando. Y ya están empezando a pasar hambre. Cada vez hay más pañuelos blancos colgados en las casas. Ya se están viendo casos aislados de violencia contra la policía. Es urgente resolver la situación.
¿Cree que esta crisis hará que cada país se centre en sí mismo y baje la cooperación internacional o, por el contrario, servirá para darnos cuenta de que estamos todos conectados y que lo que sucede en un lugar nos puede afectar a todos?
Creo que esta crisis deja un aprendizaje claro: somos una única comunidad global, necesitamos más unión y solidaridad. Pero también creo que la crisis anterior dejaba un aprendizaje claro: es necesario regular ciertas prácticas de los mercados financieros… Me temo que estaremos tan atentos a los aprendizajes como lo estuvimos en crisis anteriores.
«Llevamos décadas manejando desde el Tercer Sector un discurso positivo, naíf diría yo, que hace que no se nos tome en serio»
¿Qué mensaje le mandaría a los gobiernos occidentales y a su ciudadanía para que mantenga las inversiones y las donaciones en cooperación internacional?
Llevamos décadas manejando desde el tercer sector un discurso positivo, naíf diría yo, que hace que no se nos tome en serio. Parece que nos dedicamos a algo superfluo, prescindible. El discurso de la solidaridad y la cooperación no se está tomando en serio, el reto de la pobreza y la desigualdad no se está abordando con determinación.
Crisis como ésta nos enseñan que realmente estamos todos unidos, que la frontera que dibujamos en un papel no nos separa ni nos protege de retos que son globales. Que debemos pensar desde una conciencia global de una vez por todas. Si no se ha hecho por generosidad, que se haga por egoísmo. Pero que se haga.
En su asociación dan mucha importancia a la educación, a las becas educativas cuyos becados, en muchos casos, se convierten luego en padrinos de otros. ¿Es la educación la mejor medicina contra las desigualdades?
¡No es la mejor! ¡Es la única! No podremos abordar el resto de problemas de pobreza, desigualdad, enfermedades, pandemias, contaminación, destrucción del medio ambiente, cambio climático, superpoblación, violencia de género, democracia, justicia, paz, si no resolvemos primero la cuestión de la educación. Tras esta pandemia, reafirmamos nuestro convencimiento: es necesario invertir en educación. Aquí y allí.
El documental que produjimos sobre el trabajo de la Asociación CONI a través del increíble testimonio de Kimberly