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La alcaldesa afgana Zarifa Ghafari ya está en Alemania, pero muchas personas más esperan ser acogidas

Por. Gerard S. Ferrando

En los últimos días ha saltado la noticia en diversos medios de comunicación, sobre todo valencianos, pero también nacionales, de que el alcalde de la pequeña localidad valenciana de Casinos (apenas 2000 habitantes) había solicitado acoger a la joven alcaldesa afgana Zarifa Ghafari, quien temía por su vida tras la llegada al poder de los talibanes.

Ghafari fue una de las primeras alcaldesas del país en Maidan Shahr.

Incluso la Delegación de Gobierno de la Comunidad Valenciana trasladó la propuesta al Gobierno de España, pero, mientras pasaban los días y los trámites burocráticos, Ghafari, que no podía esperar porque su vida, realmente, corría peligro, siguió buscando la forma de salir de su país y, finalmente, a través de Turquía, logró llegar a Alemania donde ha sido recibida, junto a su familia, con todos los honores y donde ya ha dicho que trabajaría en este país para llamar la atención sobre la difícil situación de los que quedan atrás y que viven con el temor de que los militantes talibanes controlen Afganistán.

Ghafari fue una de las primeras alcaldesas del país en Maidan Shahr, al oeste de Kabul, donde tomó posesión en 2018 hasta que los talibanes tomaron el poder la semana pasada.

“Solo estoy aquí para alzar la voz de ese 99% de las personas en Afganistán que no pueden salir de sus casas, esas mujeres que no pueden trabajar, esas mujeres que no pueden hablar”, dijo, en declaraciones reseñadas por la agencia de noticias Reuters.

Su viaje fue facilitado por el ejército alemán, cuyos soldados están ayudando a ciudadanos alemanes, afganos, así como activistas y abogados cuyas vidas corren peligro por ayudar a los ejércitos de la OTAN a huir de Afganistán.

Ghafari explicaba el pasado mes de enero, en una videoconferencia con EL MUNDO.es desde su alcaldía de Maidan Shahr, cómo los talibanes asesinaron a su padre como represalia contra ella: «Cuando salgo de casa paso miedo. Realmente tengo miedo por lo que podría pasarme, pero he aceptado que es parte de mi labor. Es mi trabajo», sentencia Zarifa Ghafari. Su inspiración es su padre, Abdul Wase Ghafari, un veterano militar de las Fuerzas Especiales experto en operaciones contra los talibán. El 5 de noviembre pasado, hombres armados lo abordaron cerca de su casa y acabaron con él. «El compromiso de su hija lo mató», lamenta la alcaldesa. «Él era consciente de esa posibilidad».

Una petición de asilo que debería extenderse a otros pueblos y ciudades

Parece muy improbable, por tanto, que la loable petición del alcalde de Casinos de acoger a la Ghafari vaya a producirse finalmente, pero, del mismo modo que se ofreció a acoger a esta «mediática alcaldesa» también podría hacerlo con cualquier familia anónima afgana que tiene los mismos miedos que ella y también las mismas necesidades.

De igual manera, esta iniciativa debería servir de ejemplo a los miles de pueblos y ciudades españoles y europeos para ofrecerse a destinar parte de sus recursos a algo tan esecial y humano como es brindar su ayuda a quienes más lo necesitan. Porque sí, no hace tanto, éramos nosotros los que solicitamos ayuda y refugio a países vecinos. Sino lo creen, o no lo recuerdan, pueden preguntárselo a sus abuelos y abuelas.

Mucho se habla de la España vaciada, de la falta de mano de obra en gran cantidad de sectores, del envejecimiento de la población, pero, mientras tanto, se cierran fronteras, se dificulta la creación de corredores humanitarios y se gira la mirada a los grandes desastres de nuestros tiempos.

Ahora, la mirada está puesta en Afganistán, pero ¿cuánto durará? Hace 20 años occidente fue allí a conquistar un país donde «supuestamente» estaban los autres de los atentados del 11S. Hoy, 20 años después, no solo no se ha logrado mejorar la vida de sus habitantes, sino que se ha desatado una crisis humanitaria, económica y bélica de difícil solución y se ha permitido que los talibanes vuelvan al poder, tal vez con más fuerza que antes, pues su discurso de resistencia a las «fuerzas invasoras» ha calado, a lo largo del tiempo, entre la población, sin que los «salvadores» se dieran cuenta.

Para acabar, otra reflexión que Zarifa hacía el pasado mes de enero: «Soy una mujer joven, pero con un gran poder para traer cambios». «Podría haber elegido trabajar en una gran ciudad como Kabul, donde la seguridad es mejor y hay más espacio para las mujeres, pero yo quería un lugar como Maidan Shahr, donde las mujeres todavía somos consideradas el sexo débil, donde no tenemos los derechos apropiados y se nos ignora incluso como seres. Como líder quiero traer esperanza, especialmente a las mujeres. Que tengan poder y puedan creer que pueden». Ahora, tendrá que seguir haciéndolo, pero desde fuera de su país, muy a su pesar.

 

 

 

 

 

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