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La pandemia de los nadie

Texto y fotografías: Alberto Pla

Con la desolación de ver avanzar el coronavirus entre los nuestros, implacable en su objetivo de colapsar nuestro sistema hasta dejarnos sin aliento me acuerdo de aquellos que intentan salir a flote entre millones de frentes adversos.

Una niña del poblado de Gimbichu: Fotografía Alberto Pla

No nos sucede nada, —permítanme la comparación— que lo que le sucede a millones de personas diariamente en otros puntos del globo: la inmensa fragilidad del ser humano, la impotencia desde nuestros hogares, la aceptación, o no, del destino de aquellos que la muerte tiene la crueldad de llevar, la ansiedad ante lo desconocido, la soledad de aquellos —mayores y en residencias generalmente— que ya no sirven y quedan a merced de la Parca, la angustia de quienes sin recursos tratan de saber qué pasará mañana, el redescubrimiento de las verdaderas prioridades, el oxígeno entrar en nuestros pulmones día a día y pensar en voz alta: por ahora no me ha tocado a mí.

Una joven del poblado de Gimbichu: Fotografía Alberto Pla

El planeta, por momentos, deja de ser Europa para abrirse paso a través de nuestro ombligo y el sufrimiento de los nadie parece ser un poco más nuestro, después de todo. No cabe duda que esta pandemia aumentará el pensamiento colectivo ante un mundo que —lejos de terminar en el horizonte— lo sentirá más cercano. Y aquellos que se levantan si pensar si quiera que pasará mañana estará menos lejanos.

Una señora del poblado de Gimbichu: Fotografía Alberto Pla

Probablemente los protagonistas de estas imágenes del poblado de Gimbichu, en Etiopía, viven todavía ajenos al problema del coronavirus. Todavía hay personas, —piénselo— que tienen cosas más importante de qué preocuparse, como la niña que ejerce de madre con 9 años soportando a su hermana sobre sus hombros. «¿Y que culpa tengo yo?», puede pensar. Usted ninguna, —al menos directamente—, pero es en la adversidad de manera indiscutible donde se generan los mayores gestos de humanidad y aumenta el grado de empatía.

Una niña del poblado de Gimbichu: Fotografía Alberto Pla

Si la humanidad aprovecha esta crisis para hacer del dolor empatía y del sufrimiento resiliencia, encontraremos un mundo más humano y conectado con quienes seguirán golpeados con virus con nombre de hambrunas, sequías o plagas. Pero sobre todo, si al término de esta pandemia, miramos a los ojos de aquellos que jamás tuvieron una oportunidad y les tendemos una mano el mundo sin lugar a dudas saldrá fortalecido.

Una niña del poblado de Gimbichu: Fotografía Alberto Pla

 

 

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