Por: Gerard Sánchez.
Si nos preguntan ¿quién es Pepe Viyuela?, seguramente nos vendrán a la mente imágenes cómicas de sus papeles en series, películas o en teatro. Pero detrás de ese personaje hay una persona cercana, atenta y comprometida. Un ciudadano que huye, en la medida de lo posible, de los focos y de la pompa en su vida cotidiana y que, por el contrario, se acerca, a través de organizaciones como Payasos sin Fronteras, a las realidades de los campos de refugiados en diversos lugares, especialmente del Sáhara occidental, al que le une un vínculo muy personal.
Viyuela se sincera en esta entrevista sobre todo tipo de situaciones que van desde la crisis ocasionada por el Covid-19 hasta el estado de su profesión o incluso las vivencias de los refugiados españoles tras la Guerra Civil, sobre lo cual ha elaborado un documental, titulado «un viaje hacia nosotros», que está a punto de estrenarse.
La mayor parte de la población le conocerá por sus papeles en series como Aida o en películas como Mortadelo y Filemón o incluso por sus apariciones en el mítico programa Un, dos, tres…responda otra vez, pero, ¿quién es Pepe Viyuela cuando se baja de un escenario?
Mientras estoy sobre el escenario mi trabajo consiste en ser cómico, actor, payaso. Estas son varias palabras que me gustan, pero luego, una vez que bajo de allí, soy un ciudadano. Intento, porque me parece que es lo mejor, pasar desapercibido, ser testigo de todo lo que ocurre a mi alrededor y eso me lleva a participar, opinar y tener cierta actividad que tenga que ver la forma como veo las cosas. No vivo las 24 horas del día como actor, solo cuando estoy ensayando o grabando. A partir de ahí, trato de llevar una vida, más o menos normal, lo más tranquila posible y rodearme de estos pequeños placeres que tanto nos gustan. No obstante, centrarme en la lectura, la música o la vida tranquila no quiere decir que no me interese por lo que sucede en otras partes del mundo.
¿Qué ha descubierto durante este confinamiento. ¿Qué tipo de confinado ha sido?
He dedicado bastante tiempo a temas sociales. Hay muchos problemas ahí fuera. Hay gente que está pasando hambre, que no puede pagar el alquiler. Hay colectivos, como el sanitario, que necesitaban apoyo manifiesto, he tratado de contribuir en todo eso. Cuando uno tiene una imagen pública y te llaman de los sitios dices que sí porque hay cierta obligación y compromiso de hacer de tu imagen, no solo algo, digamos, comercial para conseguir trabajo, sino para destinarla a causar justas. En este sentido, he grabado videos para sindicatos, para residencias de ancianos, para otros colectivos que lo pasan mal. Recibí mensajes de gente que me decían que tenían un familiar que está solo y le gustaría recibir un saludo, cosas así.
He sido un confinado lector. Es una de las cosas que más me gusta hacer. Estoy escribiendo también una función de teatro, teníamos pendiente, con la Universidad Antonio Nebrija, dirigir el trabajo de fin de grado de los alumnos de artes escénicas, iba sobre cómo influye en nuestra vida las redes sociales, internet, la biotecnología… queríamos concluir el curso con una representación, pero hemos hecho radio-teatro y está disponible en podcast en la radio de la universidad.
Estudió filosofía y arte dramático, ¿cómo le ha ayudado la primera a afrontar la segunda?
Creo que están muy relacionadas. El teatro siempre ha estado pegado al pensamiento, a la emoción. A lo largo de la historia, el teatro más occidental, el griego, siempre ha estado muy ligado a la sociedad, al momento actual de cada dramaturgo. Ambos nacieron prácticamente juntos, en aquella Grecia ilustrada y altamente rica en cultura. El teatro no deja de ser un reflejo de los deseos de los seres humanos para preguntarse cosas acerca de sí mismos, de sus preocupaciones y pasiones, de lo que les torturaba y ayudaba a vivir.
«El teatro no deja de ser un reflejo de los deseos de los seres humanos para preguntarse cosas acerca de sí mismos»
Cuando estudiaba filosofía no sabía que iba a ser actor, pero me he dado cuenta de que es aplicable a cualquier disciplina porque trata de estimular el pensamiento y el espíritu crítico, fomentar que la gente se pregunte de su vida y lo que hace con ella. La filosofía está aplicada a los negocios, el amor, la política… es una disciplina intelectual transversal a cualquier otra. Me ha venido muy bien.
¿Y para afrontar la vida, especialmente tiempos complejos como los actuales?
La política es otro de los territorios donde la filosofía tiene mucho que decir y que hacer. Por ejemplo, Gabilondo es uno de los políticos más interesantes, fue profesor mío de metafísica. Se caracteriza por el tono mesurable, cercano, dialogante y con argumentos de peso, que escasea mucho en el ámbito político donde predomina la bronca y las ganas de incendiar, no de apaciguar.
La filosofía ha sido una asignatura que se ha pretendido borrar de los programas de estudio por ese carácter fomentador de espíritu crítico y librepensador. A la filosofía se la ha tachado de inútil porque parece que ahora todo tiene que ver con una rentabilidad inmediata. Construir puentes desde la filosofía es posible, nexos de diálogo, conversación y convivencia.
«La filosofía ha sido una asignatura que se ha pretendido borrar de los programas de estudio por ese carácter fomentador de espíritu crítico y librepensador»
Pienso que es una carrera y una disciplina muy útil para fomentar la convivencia y se echa de menos en redes sociales, la política y la vida en general. Debemos tender más la mano que morder la que nos brindan.
Ahora hay un ambiente de mucha tensión, tal tiene que ver con el hecho de estar confinandos, se genera una polarización de posturas y una radicalización no demasiado razonada ni razonable que viene de nuestros instintos más bajos.
Espero que salgamos reforzados, con más capacidad para mirar hacia delante, de forma sosegada. No lo tengo claro porque los que tienen la palabra en los medios no están contribuyendo a eso y el clima que se extiende es, más bien, de confrontación, de buscar los flancos débiles para golpear fuerte y generar confianza en tu postura y desconfianza en las otras. No creo que vayamos a salir como una sociedad reforzada porque va a haber gente que buscará sacar tajada.
Fue vicepresidente de la ONG Payasos sin fronteras y sigue siendo socio y colaborador activo. ¿Cómo empezó su relación con ellos?
Siempre buscamos un oficio que nos de de comer. En mi caso es ser actor o payaso. Pero es cierto que también creo que es bueno no solo para uno, sino para la sociedad en general, que intentemos aportar algo más, contribuir desde una actividad puramente desinteresada con lo que sabemos hacer para construir algo un poco mejor.
«Los payasos en estos lugares no solo hacen reír en ese momento, sino que dejan un poso de esperanza, la sensación de que no están olvidados»
Con Payasos sin Fronteras he podido acudir a lugares complicados, conflictivos, donde la población infantil sufre consecuencias como hambrunas, guerras, del tipo que sean… Vamos allí a hacer lo que se puede hacer, que a veces no es mucho. Aún así, he ido encontrando una gran utilidad a esta actividad. Los payasos en estos lugares no solo hacen reír en ese momento, sino que dejan un poso de esperanza, la sensación de que no están olvidados. Ellos mismos te lo dicen, te cuentan cuál es su situación, te dan las gracias por ir por hacerlos sentir que existen, que no están olvidados. Nos dicen “ayúdanos a hacer consciente a la gente de que vivimos una situación injusta y necesitamos ayudas”.
Con estas iniciativas busco sentirme mínimamente útil y conocer de cerca situaciones muy complicadas que no quiero para mi y tampoco quiero para nadie. Incrementar tu sensación, no ver para a otro lado, aunque quizás no hay otro lado. Vivimos todos en este mundo y no debemos cerrar los ojos porque, además, este lado que no queremos mirar se puede volver contra nosotros si no lo atendemos convenientemente. Hay una parte solidaria pero también otra de sentido común y hasta egoísta; no quiero que el mundo vaya a peor. A partir de ahí, hay que tratar no solo de que no empeoren sino que mejoren en la medida de lo posible. La suma de esfuerzos se nota.
Ha viajado con ellos a lugares tan complicados y con campos de refugiados como Palestina, el Sahara occidental, Kosovo, Bagdad para aportar un poco de humor y esperanza. ¿Con qué regresó de allí?
El último viaje fue a campos de refugiados por el conflicto con el Daes. En el Sahara Occidental, en Tinduf, es donde más vinculado estoy. Tengo contacto permanente con una familia en Dagla, una de sus hijas, Riffa, está viniendo a casa cada verano dentro del programa Vacaciones en paz. Es un forma de tender puentes, las nuevas tecnologías tienen cosas que no me gustan pero esta sí, nos da facilidad para comunicarnos a distancia, nos interesamos por ellos, de cómo están, por la salud, por si hay casos ahora de Covid-19. Afortunadamente, podemos echarles una mano, ayudarles, tienen muchas dificultades y en esas estamos. Es importante tender puentes y ahora es más fácil hacerlo. Ahora nos mandamos fotos, información… ellos también nos preguntan cómo estamos, cómo vivimos esta crisis. Tenemos un grupo de Whatsapp que se llama familia Moulud-Viyuela. Te hace sentir muy cerca de su realidad. Creo que a ellos les hace no sentirse tan olvidados o tan solos y que tienen alguien en un país amigo o una familia amiga.
¿Qué le dicen ahora desde que estalló la pandemia?
Están muy preocupados, la llegada de la pandemia allí es algo catastrófico porque los medios son muy precarios. Claro que tienen miedo. Sus padres están muy asustados. Ella también lo estaba. Veían en la noticias que en Madrid estaba golpeando fuerte, tenían miedo también por nosotros, se preocupaban. Pero ahora es allí donde puede estar el problema y nosotros somos los que estamos más preocupados. La comunicación es permanente. Tienen miedo porque son conscientes de que no tienen medicamentos suficientes. Tratamos de no inquietarles mucho, pero desde las asociaciones de amigos del pueblo saharaui nos dicen que seamos insistentes en decirles que tengan cuidado, el virus viaja con velocidad y tiene muchas habilidades.
¿Qué les supondrá no venir este año a estos niños y niñas?
Tenemos a veces una visión excesivamente paternalista. A Riffa por lo que veo, le da cierta pena no vernos porque nos conoce, pero afortunadamente hay algo muy importante allí que es su familia y su pueblo. Las veces que ha venido si ha salido en conversación el tema de venir a estudiar a ella no le parecía buena idea. Ella tiene un sitio, un pueblo, esa tierra en el medio del desierto que no es suya, en el fondo es el lugar donde quiere estar. Es donde está la gente que la quiere y con la que ha crecido. La mayoría de niños que vienen tienen una cultura familiar fuerte, son parte de una tribu, se quieren, se protegen entre primos abuelos. Aquí está desarraigada, viene a pasar un verano, está el menor tiempo posible, y ya está.
«Más allá de poder venir y disfrutar, por un tiempo, de ciertas comodidades, lo que desearía y desean todos allí es volver a su tierra que es el Sahara occidental y que está ocupado»
Más allá de poder venir y disfrutar, por un tiempo, de ciertas comodidades, lo que desearía y desean todos allí es volver a su tierra que es el Sahara occidental y que está ocupado. Siempre añoran volver. El sentimiento de pertenencia a tu pueblo es muy poderoso. Me parece estupendo y es lo que desde aquí debemos apoyar, una restitución de su territorio a un pueblo que habita allí y fue expulsado con una descolonización de España que no se llegó a consumar. Los gobiernos que han pasado por el poder han mirado a otro lado y no han tratado de resolver nunca esta situación.
¿Qué le aporta ir allí?
Regreso muy enriquecido y con el compromiso aumentado. Te das cuenta que este tipo de situaciones, más en el mundo que vivimos, están al lado. Te afectan a lo que tu eres y la forma en la que vives. Vuelvo comprometido, mucho más, con la sensación de que tengo que trabajar mucho e implicarme mucho más de lo que me implico en intentar ayudar. Sientes rabia, tristeza, pero trato de convertir todo eso en esperanza a través de la implicación.
«Sientes rabia, tristeza, pero trato de convertir todo eso en esperanza a través de la implicación»
Desde que fuimos la primera vez, con el Fisahara, el contacto no ha parado de crecer, he conocido a familias, otras personas y habitantes de campos de refugiados, a la gente de la escuela de cine, gente que trabaja cerca del gobierno en actividades culturales o políticas.
Te vuelves enrabietado por la injusticia que supone, pero con muchas ganas de hacer que eso cambie. De contribuir como puedas a mejorar esta situación y a cambiarla. Le aconsejaría a todo el mundo que pruebe, que viaje, que llegue hasta allí. Es algo que molesta mucho, sobre todo a Marruecos, el hecho de que nos acerquemos a ellos porque son conscientes de que a la vuelta volvemos más motivados para no olvidar esta situación. Su estrategia es aislar y que la situación se vaya pudriendo y olvidando. Pero es difícil que eso pase. El saharaui es un pueblo muy fuerte y está bastante apoyado por organizaciones civiles de ciudadanos que nos unimos para ayudarles.
También es socio honorífico de Saniclow, la Asociación de Clowns para la Sanidad. ¿Qué sienten cuando realizan este tipo de actividades en lugares como hospitales infantiles?
Aunque Payasos Hospital no es mi especialidad, es una actividad donde el escenario desaparece y aparece un contacto más cercano. También lo practico, por lo mismo que antes, es una forma de darle una utilidad especial a aquello que he ido aprendiendo. Puede servir para mejorar la situación de determinadas personas. Viven una situación agresiva, te pinchan, te hacen análisis, estás aislado, te aburres, cualquier estímulo positivo que aparezca en su vida es bueno. Cambia ese ambiente y crea una atmósfera más familiar y llevadera. Es una gran idea. Es fantástico que existan estas iniciativas y aunque mi participación es menos presencial, valoro mucho lo que hacen y me parece que si tuviéramos una sensibilidad más acusada consideraríamos este tipo de apoyo psicológico y emocional como parte de la sanidad. Son necesarios los médicos, pero también es muy necesario una acogida y dispensación de momentos de entretenimiento y liberación de estar hospitalizado.
«Si tuviéramos una sensibilidad más acusada consideraríamos este tipo de apoyo psicológico y emocional como parte de la sanidad»
Uno de los protagonistas del libro, “el nombre de la rosa” aborrecía la risa con consecuencias que quien haya leído la película o visto el libro conocerá. ¿A veces le da la sensación de que este mundo occidental, tan ajetreado, aborrece también la risa?
Aborrece la risa aquel a quien le puede crear problemas, el que encuentra liberación en ella no la teme y la busca. El que la teme, teme perder determinados privilegios. La risa es una manifestación de emociones, el humor como herramienta para desmontar estructuras de poder. Ante eso, se rebelan y pretenden reprimirla. Ha pasado mucho en la iglesia porque lo ha asociado a lo diabólico porque desmonta esa estructura de poder y de dogma y no permiten que se rían de aquello que uno adora.
«Aborrece la risa aquel a quien le puede crear problemas, el que encuentra liberación en ella no la teme y la busca. Es una manifestación de emociones, el humor como herramienta para desmontar estructuras de poder»
En el mundo laico, los gobiernos siempre le han temido a los que se burlaban de ellos. Han tratado de ridiculizar su forma de actuar, buscando así anularlos. Creo que el humor, cuando parte de ese sentido crítico está muy mal visto desde estructuras de poder. Hace mucho más daño una crítica con humor que una agria o agresiva, permite entrar hasta el interior de esa conciencia que uno pretende criticar y suele ser un aguijonazo bastante temido.
Desde el poder, la risa que no arremete contra nadie es consentida, la que nace de la crítica, del cinismo, la satírica, es temida. Siempre lo ha sido. A nadie le gusta que se rían de uno porque es muy hiriente y puede llegar a ser muy peligroso para el status quo. Pero la reacción ante la crítica o la risa también puede ser muy agresiva y peligrosa. Recordemos que a los integrantes de la revista satírica francesa Charlie Hebdo les costó la vida hacer broma de una religión o de figuras representativas de ella. Aquí en España cuando arremetes contra la religión católica también saltan chispas. Y en las dictaduras la limitación y las represalias son mucho mayores todavía.
«La reacción ante la crítica o la risa también puede ser muy agresiva y peligrosa. Recordemos que a los integrantes de la revista satírica francesa Charlie Hebdo les costó la vida hacer broma de una religión»
¿Cómo puede el humor transformar la sociedad y las realidades más complicadas?
Es una herramienta de resistencia para sobrevivir. Ante situaciones de riesgo, es una forma de acabar con la tensión o de rebajarla, al menos. Puede ser una herramienta de lucha, de crítica, de mordacidad contra determinados comportamientos. Es muy útil y usada con inteligencia es muy valiosa.
No obstante, hay que tener en cuenta que hay también chistes y humor de todo tipo. El humor se usa no solo para reclamar situaciones justas, sino para perpetuar también dominios o injusticias. Hay humor machista, racista… que no tiene ni pizca de gracia, pero también es humor. No solo es una herramienta en manos de oprimidos, sino que también puede ser muy poderosa en manos del opresor para hacer mucho daño a quien oprimes. Puede ser un elemento de represión horrible. Por ejemplo, lo que pasa en las escuelas o puestos de trabajo cuando la tomamos con alguien y vamos a por él por sus orejas, color de piel… todo eso también es humor, aunque usado desde la perversión.
Recibió el Premi Pau i Justicia en la gala de presentación de la pasada edición del Festival de Cine y Derechos Humanos Humans Fest de Valencia como homenaje a su larga trayectoria comprometida con causas sociales y a la capacidad de realizarlo a través del humor. ¿Qué sintió al recibirlo y por qué cree que son importantes festivales como este?
Me sorprendió mucho recibirlo pero me agradó mucho también. El hecho de que pensaran en mi y de que existan estas iniciativas me encanta. Normalmente, ligamos mucho la idea del cine al glamour malentendido que sitúa a los trabajadores del cine en un estatus aparentemente superior, de estrellato y este tipo de festivales en lo que se asocia el cine a este tipo de causas es más coherente con el arte cinematográfico. Este arte y todos tienen la obligación de estar muy cerca de la gente.
Es la única manera de poder hablar con la gente, una buena película, canción, va a llegar a alma y a los corazones. Estos festivales destinados al cine y orientados al cine me parecen maravillosos. Por tanto, que se acuerden de mi en ellos me hace sentirme muy feliz.
«En el Humans Fest se ponen en valor estos principios. Colaboremos con el cine para denunciar situaciones, hablar de hechos, personas concretas que se ven afectadas por algo que queremos cambiar»
Es un gran orgullo haber recibido este premio, no quiero menospreciar ninguno, pero muchos de los premios les falta este contenido, suelen ser un tipo de festivales o premios que fomentan más la competitividad, lo cual es algo que en cine y teatro debería desaparecer. Es muy bueno que exista la competitividad en el deporte, pero para el trabajo que yo desarrollo pienso que está reñida con un buen resultado final. Aquí cuenta más compartir que competir. En el Humans Fest se ponen en valor estos principios. Colaboremos con el cine para denunciar situaciones, hablar de hechos, personas concretas que se ven afectadas por algo que queremos cambiar. Esto feliz de que existan iniciativas así y ojalá se fomentará mas este tipo de cine, de ser así, cambiaría más la percepción de la sociedad respecto a nosotros, esa idea de alfombra roja, de vestido caro y ese glamour que cada vez me molesta más.
Por otra parte, acaba de terminar su primer documental, que versa sobre la Guerra Civil y una experiencia personal de un antepasado suyo. Explícanos más al respecto…
Tendría que estar estrenado ya, pero se ha frenado todo con la pandemia. Es un documental que habla sobre los refugiados. Lo que hemos hecho es escribir un guión que concrete en lo individual para llegar a lo general. Partimos de la figura de mi abuelo Gervasio. Él tuvo que escapar tras la Guerra Civil porque, de lo contrario, lo mataban como ocurre con muchos refugiados ahora y siempre. Vivió esa situación de exilio y refugiado en el sur de Francia, en el campo de Gurs, que era muy siniestro, y tuvo una vida muy larga incluso después fue ocupado por los nazis como campo de concentración para los judíos.
«Un refugiado puede ser cualquiera. A mi abuelo le tocó sin que pudiera imaginarlo, nunca pensó que tendría que escapar de su país porque corriera riesgo su vida»
Partiendo de un hecho individual y concreto, partimos de esta idea. Un refugiado puede ser cualquiera. A mi abuelo le tocó sin que pudiera imaginarlo, nunca pensó que tendría que escapar de su país porque corriera riesgo su vida. Es algo que pasaba aquí en 1939 y sigue pasando en el siglo XXI en muchos lugares. Los comportamientos no han cambiado. Las poblaciones que deberían ser de acogida siguen siendo tan crueles como lo fueron en aquel momento. Los españoles tuvieron un trato bastante mejorable, por decirlo de forma suave, por parte de los franceses.
«En el documental volvemos a nuestro pasado para compararlos y darnos cuenta de que no han cambiado mucho las cosas y quizás debería preocuparnos que se repitan las mismas situaciones»
Es lo que pasa hoy con Siria y con los refugiados que llegan a países occidentales de múltiples situaciones de miseria. Vamos hacia atrás. En el documental volvemos a nuestro pasado para compararlos y darnos cuenta de que no han cambiado mucho las cosas y quizás debería preocuparnos que se repitan las mismas situaciones. Ese es el trazo que sigue el documental. «Un viaje hacia nosotros» como dice el título del mismo. Viajo hacia el pasado, mi abuelo, para encontrarme con él, y vemos ese viaje de los refugiados hacia nosotros esperando una acogida que generalmente no reciben. De ahí viene el título, en una hora y seis minutos vemos ese viaje hacia nosotros mismos, nos lleva a nuestro interior y a preguntarnos cómo nos comportamos.
También hay en el documental una parte muy dedicada al pueblo saharaui. Ellos son refugiados en el día a día. Existen muchos más campos y refugiados, pero con los que tengo un vínculo permanente, día a día, es con esta familia saharaui que aparece en el documental. Se salta de lo individual a lo colectivo y a lo universal. No nos centrarnos en mi o en la historia de mi abuelo, sino que partimos de ahí para tratar una cuestión muy extendida, injusta y cruel.
Todo el proceso del documental ha sido complicado, pero me ha conllevado muchas satisfacciones. Está ese viaje personal que he tenido que hacer, buscando documentos, viajando a los lugares donde estuvo mi abuelo. Es un viaje revelador, también el de los refugiados en España, me ha permitido acercarme a esa realidad tan dura que es ser refugiado, conocerla mejor, sensibilizarme y llenarme de argumentos para que estas situaciones mejoren y cambien.