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Ser migrante en pandemia, cuando conseguir derechos se convierte en una odisea

Por: Gerard Sánchez. Fotos: FISAT

Elsa: «Al 2021 le pediría agilizar los procesos legales de regularización». Stefy: «Le pediría que se nos trate como ciudadanos ejemplares y no como a personas que vienen a quitar el trabajo o a robar». Mouad: «Pediría para el nuevo año que la gente se pusiera en nuestro lugar». Edaoudi: «Le pediría conseguir los mismos derechos que tienen los demás».

Estas son algunas de las respuestas de la pregunta lanzada por la Fundación Iniciativa Solidaria Ángel Tomás (FISAT) a personas migrantes, sobre todo jóvenes, y a sus sus educadores, con motivo del Día Internacional de las personas Migrantes, que se conmemora este 18 de diciembre, proclamado por Naciones Unidas.

Estas cuatro respuestas reflejan la delicada situación en la que se encuentran muchas personas migrantes en España tras un año en que la pandemia del coronavirus, además de afectar a sus vidas cotidianas, como a las de todos los demás, ha dificultado considerablemente sus opciones para conseguir papeles, renovar los que ya tenían o acceder a un puesto de trabajo, con los dramas que esto genera en situaciones personales y familiares ya de por sí precarias.

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Dos jóvenes de un hogar de empancipación de FISAT.

Así nos lo certifica la coordinadora del programa de emancipación de la fundación Fisat, Rosana Palomares. «En este año está siendo, prácticamente, imposible, conseguir la cita para la huella, indispensable para lograr la tarjeta de identidad de extranjero que autoriza para residir y/o trabajar», lamenta Palomares. Ella relata que en su fundación tenían a personas migrantes con citas para abril, pero se suspendieron por la pandemia y no se volvieron a retomar hasta septiembre, con las consecuencias laborales, personales, económicas y psicológicas que esto tiene para las personas afectadas.

«Es casi imposible conseguir cita, hay que estar entrando en internet en todo momento a ver si hay suerte. Los empresarios piden la tarjeta física para ofrecer un contrato de trabajo, pero muchas personas migrantes no han podido conseguirla este año a tiempo y se han quedado sin poder trabajar», lamenta.

«Hay quienes piden 40 euros para conseguirte una cita»

Es más, ante este colpaso en las citas, hay quienes están sacando provecho y negocio a costa de la necesidad de estas personas migrantes. «Nos consta que se está mercantilizando y se piden hasta 40 euros», una práctica del todo irregular pues este trámite es gratuito y debería ser más accesible.

Algunos de los jóvenes de uno de los pisos de acogida de FISAT.

Esta problemática se agrava, todavía más, para aquellas personas que llevan tres años o más residiendo en España, sin papeles, y optan a la residencia por arraigo. «Para solicitar la autorización de trabajo tienes que tener una oferta. Las personas migrantes lo tienen cada vez más complicado, porque la oferta ha de ser por, al menos un año, de jornada completa.. si antes lograr esto era difícil, ahora todavía más».

Y, como suele suceder, es «la pescadilla que se muerde la cola» porque actualmente sin la tarjeta de identidad de extranjero no tienes derecho a cuestiones tan básicas como abrir una cuenta en el banco, acceder a estudios reglados, ni, por supuesto, acceder a la renta valenciana de inclusión, por mucho que ciertos discursos de odio, racismo y xenofobia incidan en que los migrantes tienen más ayudas, sencillamente, no es así, como también constatan desde FISAT.

La complicada situación de los menores tutelados que llegan a los 18 años

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Un joven migrante dondando sangre para fines solidarios.

En Fisat cuentan con varios hogares de emancipación para jóvenes extutelados, es decir, que han llegado a los 18 años y que tienen  menos de 25. Palomares es la coordinadora en la fundación de estos hogares y lamenta que este año ha habido más jóvenes que se han visto, sencillamente, en la calle. «En la Comunidad Valenciana hay 122 plazas, pero solo en la provincia de Valencia hay 90 jóvenes en lista de espera», asegura. «En marzo nos llegó un joven que había estado en centro,  pero, al cumplir los 18 años lo dejaron en la puerta de una entidad. Allí no había plazas y vivió en la calle una semana o dos», denuncia.

Situaciones muy duras que afectan a estos jóvenes en todos los aspectos tanto psicológicos como económicos… «los chavales vienen aquí a tratar de mejorar su futuro. Dejan atrás a su familia, con lo emocionalmente duro que es eso, y saben que no podrán verlos en varios años. Piensan que van a lograr la documentación, que van a poder estudiar o trabajar, pero se encuentran con todo tipo de trabas que son muy frustrantes, más aún ahora. Nosotros tratamos de ayudarles y les insistimos en que tengan paciencia, pero somos conscientes de que el tiempo se vuelve muy largo en situaciones así, ellos solo quieren poder vivir de forma autónoma y también ayudar a sus familias».

«Con solo 18 años, se  han visto obligados a madurar más rápido que cualquier joven de su edad», incide.

Los migrantes, más alejados que nunca de sus familias

Los jóvenes migrantes llegan a España con intención de formarse y trabajar, pero se encuentran con muchas trabas.

Mucho se está hablando en estas fechas de los efectos que el confinamiento perimetral o las limitaciones de reuniones acarreará a muchas familias en España. Un alejamiento de seres queridos que las personas migrantes sufren a diario y que ahora mismo se agrava, pues ni siquiera aquellos que cuentan con papeles y posibilidades económicas pueden ir a visitar a sus seres queridos en medio de esta pandemia mundial. Fronteras más lejanas que nunca que solo las nuevas tecnologías son capaces de paliar, en parte, pero que también esconden muchas «mentiras piadosas» o «silencios forzosos» en cuestiones de salud o económicas para no preocupar, todavía más, a los que están al otro lado, sean aquí o allí.

Y ahí, en medio de estas soledades obligadas, en situaciones de desarragio, las personas migrantes aprenden, a la fuerza, a reinventarse, a sobrevivir, pero también a enriquecerse personalmente y a enriquecer a otros con una experiencia intercultural para la que resultan fundamentales y que, en demasiadas ocasiones, queda invisibilizada, menospreciada e incluso atacada.

Acabamos este reportaje, precisamente, con reflexiones sobre la pregunta «¿qué has aprendido de convivir con personas de un país diferente al tuyo?», lanzada por FISAT.

Mohamed: «He aprendido que somos más parecidos de lo que yo pensaba». Pili: «He aprendido que la realidad no es una, que hay tantas como personas en el mundo y que los prejuicios y  miedos se esfuman cuando somos capaces de ver más allá». Ana: «He aprendido a tener una mirada  más abierta de las diferentes realidades». Joselu: «He aprendido que es más lo que nos une que lo que nos diferencia. Que el mundo está lleno de personas que quieren buscar, como yo, un futuro mejor».

 

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